29.11.13

Un segundo eterno


Yo no sé si a ti te ha pasado, pero yo puedo contarte lo que sentí:
Estaba en un vagón reencontrándome con una historia que había aplazado por mucho, mucho tiempo, y aún con la mente en el libro, sentí su mirada; ahora que lo pienso, no fue cualquier mirada, porque para sentirla, aquella persona tuvo que haber concentrado todo su ser en ese gesto… así que alcé la vista y fue cuando vi a dos chicos sentados frente a mí, ambos bastante parecidos (supuse que eran hermanos), y mientras uno codeaba al otro, el otro, él, era el que me miraba. Como dije, no se trató de una mirada cualquiera, porque me atreví a perderme, un segundo eterno, en esos ojos que no dudaron en abrazar los míos. 
Aún recuerdo su rostro y que, a pesar de la combinación inédita de sus facciones, me fue familiar. Asimismo recuerdo sus labios, y que pensé, que de algún modo, ya los había probado. 
Él y yo. Reunidos en aquel vagón, nos sostuvimos con la mirada -para evitar la caída tras la impresión-; no nos regalamos ninguna sonrisa, porque esas, de algún otro modo, supimos que también ya eran grandes amigas; nos reconocimos en el tiempo… Y de pronto, el tren se detuvo en la estación a la que me dirigía desde el primer momento. Parpadeamos y, todavía guardando la calma, aceptamos nuestra despedida. O a lo mejor sólo fue un hasta-luego. 
O a lo mejor todavía no lo he conocido.
O a lo mejor, siempre ha estado aquí.

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